Por Héctor González
A lo largo de cinco años, Frédéric Martel se dedicó a investigar cómo se vive la homosexualidad al interior del Vaticano. El periodista francés se trasladó a la capital del catolicismo y descubrió que la institución es un “gran clóset”. Sodoma (Roca editorial), es el resultado de sus indagaciones.
El reportero se remonta al papado de Pablo VI (1963-1978) para describir la doble moral al interior de la institución religiosa, así como su contubernio que regímenes fascistas y sacerdotes pederastas.
El sexo sigue siendo un tabú para la Iglesia católica y tu libro se centra precisamente en algo todavía más oculto: la homosexualidad en su interior.
Al interior de la Iglesia la gente todavía no quiere hablar. La homosexualidad se maneja con mucha secrecía pese a que es una institución parcialmente gay. Durante la investigación viví en el Vaticano. Usé las redes de curas homosexuales en Francia, Estados Unidos y América Latina para comprender la dimensión del tema.
Homosexualidad, celibato y pederastia, todo vinculado al sexo. ¿Por qué sigue siendo un tema tabú al interior de la Iglesia?
Desde su origen la Iglesia se ha dedicado a culpar a todo el mundo por temas relacionados con el sexo. Durante la revolución sexual se fue en la dirección opuesta y esto abrió una brecha inaceptable para muchos fieles. Mi libro quería exhibir la doble moral y la doble vida con que se mueve.
¿Durante la investigación percibiste algún hartazgo entre los curas homosexuales ante la imposibilidad de hablar de esto abiertamente?
La Iglesia católica es una organización muy singular. Si bien hay una mayoría de cardenales y obispos homosexuales, también hay distintos tipos de homosexualidad. Algunos cultural o psicológicamente lo son, pero no actúan como tal porque mantienen sus votos de castidad. Otros tienen encuentros sexuales, pero lo viven con sentimiento de culpa. Unos más mantienen una vida gay normal y tienen sus novios quienes pueden ser sus secretarios o guardaespaldas. Por último, están los que son abiertamente homosexuales e incluso contratan prostitutos. Un ejemplo es el cardenal López Trujillo en Colombia. Al hablar con ellos descubrí que no son pocos quienes querían dar su testimonio. Por supuesto, también me encontré con algunos que no estaban de acuerdo con que escribiera este libro.
El Papa Francisco ha declarado que las tendencias sexuales de las personas no son un pecado. ¿Hay un cambio real en la Iglesia sobre estos temas?
Francisco es una especie de Gorbachov. Más que cambiar el sistema, busca que evolucione. Intenta generar mayor empatía con la gente, pero lentamente. Ha tenido que lidiar con una oposición muy fuerte de cardenales derechistas.
¿Ha perdido ímpetu a lo largo de sus siete años de pontificado?
Puede ser. Francisco es jesuita y peronista, pero también tiene 82 años. Tal vez si tuviera cincuenta sería otra cosa. Insisto, enfrenta una oposición muy agresiva que quiere echarlo o al menos que renuncie. Como buen jesuita busca encontrar el equilibrio con las diferentes tendencias de la Iglesia, es probable que esté menos reformista que al principio, pero igual va en la dirección correcta.
Además de la pérdida de fieles, ¿qué costos tiene para la Iglesia seguir su posición hacia cuestiones sexuales?
Los cientos de miles de abuso sexual tienen bajo investigación a cinco mil miembros de la Iglesia en tan solo en Estados Unidos; dos mil en Australia y cientos en países como Chile, Colombia, Suiza, Alemania, Irlanda o México. Todo esto tiene relación con la represión sexual o la homosexualidad.
Dedicas una parte del libro a Marcial Maciel. ¿En qué se vincula la pederastia con la homosexualidad?
Marcial Maciel ha sido una de las mentes más perversas producidas por la Iglesia. No solo representa un encubrimiento criminal que duró décadas, también deja ver el funcionamiento de un sistema que involucró a los grupos de poder político en México. La relación con la homosexualidad es por el lado del encubrimiento y el reflejo de la doble moral con que funciona la Iglesia.
¿Los sacerdotes, cardenales u obispos con los que platicaste cómo viven su homosexualidad? ¿Con culpa o la asumen como algo normal?
Cada caso es diferente. Los más antigay en realidad son homosexuales; en cambio los heterosexuales son quienes suelen verla como algo normal.
¿Qué crees que necesite pasar para que la Iglesia se flexibilice?
Es una pregunta complicada. Mi tarea es explicar la situación y mostrar las reglas de cómo funciona la Iglesia. Es probable que no escuchen y no cambien. Sin embargo, creo la presión para que por fin entiendan que la abstinencia es antinatural es cada vez mayor. La homosexualidad en cambio sí es natural.
¿Hay alguna relación entre la radicalización de la Iglesia con resurgimiento de expresiones políticas de extrema derecha en Occidente?
Depende del momento. Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco obedecen a periodos específicos. Juan Pablo me cayó bien, pero era anticomunista en la época de la Guerra Fría. Benedicto mantenía una ideología similar. Francisco está inmerso en la tradición de la Teología de la Liberación latinoamericana. Si bien es progresista ante temas como la pena de muerte, es conservador en cuestiones morales. En resumen, la Iglesia es menos derechista, pero no necesariamente menos conservadora.